El Cabo de Palos observa, desde su atalaya privilegiada, el cruce de mares, dos aguas ricas y frescas que albergan en su interior una fauna y flora privilegiada.
Un poco más allá del promontorio, pescadores lanzan sus aparejos para capturar el sabor del mediterráneo: morralla, gallina, mújol, gallineta, dorada, …
Más tarde, en la calmada arena dorada, los viejos del lugar avivan el fuego para empezar a tejer en el trípode el caldo en el que más tarde cocerán el arroz. Un caldo potente nutrido de pescado de excelente sabor, el mismo que surcaba las aguas casi instantes previos.
Y de la huerta vienen otros lugareños, cargados con las alforjas plenas de aromáticas verduras y hortalizas, para hacer un atávico sofrito virtuoso. El elixir dorado, aceite de oliva virgen, casi el primer prensado, servirán para dorar las ñoras tostadas que, revividas tras su hidratación, aportan, además del magnífico sabor del pimiento murciano, todo su color al lienzo.
Una en vez en franca retirada la ñora hacia otro cuenco (volverá a la escena final, no os preocupéis), cede el espacio a unos ágiles ajos y tomates frescos, que bailan con ligereza en esa sartén, dándole más gracia al jugo ya de por sí embriagador.
A esa mezcla de tomates de la huerta pochados con ñoras, la fragancia del pescado y la suntuosidad de un aceite extraordinario, le añadirán horas de mimo, cocción lenta y algunos secretos más.